Las baterías de Samsung, como las de Apple y demás móviles, son de ión de Litio. La energía se obtiene gracias al movimiento de un pequeño ión cargado de Litio desde el cátodo hasta el ánodo y viceversa. Pero conseguir una capacidad suficiente que satisfaga al 'Homo Sapiens' del siglo XXI, no es sencillo. Es aquí donde entra en juego la química: para conseguir un buen transporte de Litio la mayoría de pilas utilizan electrolitos líquidos.
El electrolito líquido es una solución basada en el carbonato que contiene al actor principal de la batería, el ion litio. Gracias a él, nuestro 'smartphone' dura encendido al menos un día, pero no está exento de riesgos: Estos disolventes son orgánicos y volátiles. Cuando se calientan, la temperatura alcanza el punto de ebullición y pasa de líquido a vapor. El resultado es que el vapor tiene que escapar del espacio hermético en el que está encerrado y "por eso se producen las explosiones".
La solución para acabar con este riesgo, pequeño pero real, consiste en sustituir los electrolitos líquidos por otros sólidos poliméricos, de esta manera no habría evaporación de los disolventes que es lo que causa la explosión. Serían baterías más seguras.