Se ha ideado un modo de desencadenar el proceso de la fotosíntesis en un material sintético, y hacer que dicho proceso sirva para retirar gases de efecto invernadero del aire. Además de limpiar el aire, el proceso produce al mismo tiempo energía aprovechable.
La nueva técnica tiene un gran potencial como base para crear infraestructuras asequibles con las que se pueda reducir de manera notable los gases de efecto invernadero vinculados con el cambio climático, y generar al mismo tiempo energía limpia.
Este trabajo, obra del equipo de Fernando Uribe-RomoUribe-Romo y sus colaboradores idearon un modo de desencadenar una reacción química en un material sintético del tipo conocido como armazón organometálico (MOF, por sus siglas en inglés). Los materiales de esta clase descomponen el dióxido de carbono en materiales orgánicos inofensivos. Podemos considerar al nuevo proceso como en una forma de fotosíntesis artificial, que en lo básico no es muy distinta de cómo las plantas, en líneas generales, convierten el dióxido de carbono (CO2) y la luz solar en alimento. La única diferencia remarcable es que en vez de producir nutrientes para vegetales, el método de Uribe-Romo genera energía.
El equipo de Fernando Uribe-Romo ha dado
con un modo de desencadenar un proceso químico calificable como
fotosíntesis artificial, que servirá para limpiar el aire y al mismo
tiempo generar energía. A fin de verificar la hipótesis, Uribe-Romo y
sus colegas montaron un fotorreactor LED azul con el que han llevado a
cabo muchos de los experimentos
Es algo que científicos de todas partes del mundo han estado
persiguiendo durante años. El reto principal al que se han venido
enfrentando es encontrar un modo de que la luz visible desencadene la
transformación química. Los rayos ultravioleta tienen suficiente energía
para posibilitar la reacción en materiales comunes, como el dióxido de
titanio, pero la radiación ultravioleta constituye solo alrededor del 4
por ciento de la luz que la Tierra recibe del Sol. El rango visible (las
longitudes de onda del violeta al rojo) representa la mayor parte de la
radiación solar, pero hay pocos materiales que aprovechen la luz de
estos colores para inducir la reacción química que transforme el CO2 en
combustible.
La comunidad científica lo ha intentado con varios materiales, pero
los que pueden absorber luz visible tienden a ser raros y caros, como el
platino, el renio y el iridio, lo cual hace prohibitivo el proceso si
se les usa en él.
Uribe-Romo usó titanio, un metal no tóxico común, y añadió moléculas
orgánicas que actúan como antenas que recogen la luz, para ver si esa
configuración funcionaría. Las moléculas antena que recogen luz pueden
ser diseñadas para absorber colores específicos al ser incorporadas en
el MOF. En este caso, lo sincronizó para el color azul.
El equipo de Uribe-Romo montó un fotorreactor LED azul para probar la
hipótesis. Midió las cantidades de dióxido de carbono que eran
introducidas lentamente en el fotorreactor (un cilindro azul brillante
que parece una cama de bronceado) para ver si sucedía la reacción.
Funcionó, y la reacción química transformó el CO2 en dos formas
reducidas de carbono, formiato y formamidas (útiles para combustibles),
limpiando el aire en el proceso.
La idea para explotar debidamente esta nueva tecnología sería
instalar en los sitios adecuados estaciones que capturasen grandes
cantidades de CO2, por ejemplo, al lado de una central eléctrica
alimentada por combustión de carbón.
Quizá algún día no solo se aproveche esta tecnología al lado de
grandes instalaciones contaminantes sino también en cualquier otra
parte. Los inquilinos de viviendas podrían adquirir y colocar en el
tejado tejas hechas del material, que limpiarían el aire en el
vecindario, produciendo al mismo tiempo energía que se podría utilizar
para energizar esos hogares.
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